Las piernas me duelen, mi cuerpo ha trabajado duro. Me siento en una silla en el balcón con la comida preparada, demasiado cansada para cualquier cosa excepto para disfrutar de la compañía silenciosa de lo que me rodea, de las vistas y de respirar el aire fresco del campo.
Y en momentos así, me da siempre por ponerme pensativa y acostumbro a filosofar.
Hay cosas que trasmiten tanta paz que me asombro al darme cuenta la cantidad de veces que las pasamos por alto. Muchos momentos fugaces que dejamos escapar entre los dedos.
Me gusta cerrar los ojos e intento pensar en la última vez que me he sentido feliz. Creo que si alguien me estuviera viendo detectaría el momento justo en el que ese recuerdo viene a mi mente, porque yo siempre noto cómo una sonrisa se dibuja en mis labios como si de un acto reflejo se tratara.
Prueba a hacerlo. No te asustes, no voy a pedirte que me cuentes cuál ese momento feliz, como tampoco voy a contarte cuál ha sido el mío. Pero estoy segura de que si os preguntaría cuántos de vosotros estáis acompañados en ese momento feliz, 9 de cada 10 levantaríais la mano.
«El ser humano es un ser social por naturaleza», ya lo decía Aristóteles.
Los antiguos homínidos ya se unían para convivir en una misma comunidad en la que poder apoyarse, simplemente por una cuestión de supervivencia. Con el paso del tiempo las personas fueron uniéndose en grupos, formando aldeas. Todo esto favorecía la seguridad del individuo, que hubiera alimento suficiente y que surgiera el sentimiento de pertenencia.
Necesitamos a los demás para llegar a la vida, para sobrevivir, para educarnos, para progresar en todo sentido y para trascender por el amor. Necesitamos de los demás para ser persona. Desde que nacemos poseemos una dimensión social para convivir en comunidad.
Y llegados a este punto, estamos precisamente donde quería estar, hablando de la «Comunidad«.
(Si me sigues con asiduidad, sabrás que el crossfit es el tema principal sobre el que giran el resto de elementos y secciones del blog. Y por tanto, seguro que estabas esperando ya ese momento en el que el post da un giro inesperado para empezar a hablar de ello.
Bueno, pues ha llegado.)
Como decíamos, la comunidad cumple las características de la imprescindible dimensión social del ser humano. Y es precisamente esa misma comunidad, la que hace de nuestro deporte algo más que solamente ejercicio.
Sabemos que el Crossfit tiene muchísimas virtudes. Aún así, te puede gustar más o menos, te puede enganchar en mayor o menor grado, se te puede dar mejor o peor, pero de lo que no cabe duda es que la comunidad crossfitera es algo que no deja indiferente a nadie.
Somos seres sociales y nos debemos comportar como tal. Cuando así lo hacemos, funcionamos mejor, crecemos más fuertes, conseguimos más cosas, llegamos más lejos y aprendemos a sobrevivir. Cuando somos una comunidad, compartimos esfuerzos, aplaudimos logros, reforzamos debilidades y superamos nuevos retos.
Todo esto son acciones que ocurren cada día dentro de las paredes del box donde entreno yo. Y también ocurre en el tuyo. Lo ves a diario. Es algo parecido a magia. Una conexión especial que nos hace sentirnos miembros de algo, algo muy parecido a una gran familia.
Si quieres leer más sobre nuestra «comunidad», echa un vistazo a este post.